La primera vez que te hablé:
supongo que es así como debería comenzar.
La primera vez que te hablé yo
estaba sola, y no me complementaba; sentía constante vergüenza y todos hablaban
sobre mí a causa de la incomodidad ante algo nuevo, algo distinto, venidero de otros sitios,
con otras costumbres, extraña.
La primera vez que te hablé yo no
pretendía entablar una amistad contigo, te hablé por intereses, necesidades de
la juventud.
La primera vez que te hablé no me
revisaste con la mirada, tampoco hiciste énfasis (como todos los demás) en mis notables daños.
La primera vez que te hablé
sonreíste gigante y bastó.
La primera vez que te hablé tú no
sabías sobre mí, me desconocías por completo y aun así: sonreíste gigante.
Gracias por sonreír gigante la primera vez que te hablé.