Hay
corazones que están hechos para que los toquen, hay corazones débiles, incapaces de acelerarse ellos solos.
Suelo
hablar de los corazones sin hogar, los corazones que
escapan, que sin siquiera estar seguros de que ya han sido abandonados se impulsan
a encontrarse ellos mismos sobre cartones en calles que no llevan a ningún lado,
espacios en los que se apagan las luces después de las doce optando por creer
que ya no queda nadie.
Después de las doce todos
duermen.
Que
nos salven a nosotros que no sabemos amar pero lo intentamos de todos modos, automedicarse
está mal aunque
se sienta bien.
Recorremos mares y tierras,
buscamos,
andando igual no nos
encontramos,
pero andamos
y andamos hasta que nos damos cuenta de que las suelas las
tenemos todas sucias.