Es difícil entender qué sucede con
la mente humana, no cabe duda, escogemos no advertir lo que nos acontece, no
internalizamos nuestras propias curiosidades, y como brincando al vacío, en un
salto de fe: actuamos.
Sí es cierto que cada ser vivo
acarrea todo un mundo dentro, lo es, pero ese hecho no alcanza a excusar
nuestra testarudez al abrirnos frente situaciones nuevas.
Lloramos mientras nos preguntamos
por qué se ha vuelto tan complicada la vida, y
escogemos no entender que sigue siendo la misma. Sucede que hemos
comprendido más libros, más películas, más personas, hemos amado y sufrido en
cantidades poderosas, hemos luchado batallas internas, muy a menudo hemos
aprendido a escapar porque las cosas se tornan tenebrosas, ajenas, y por
supuesto, gran parte del tiempo hemos estado sintiendo miedo.
Entonces aquí llegamos, somos
edificados en este planeta con una simple finalidad, y nos abrazamos a la
trampa casi como algo poético, destruyéndonos hasta estar lo suficientemente
jodidos, lo necesario para comenzar a implorar asilo en otros cuerpos. Cuerpos
que de los escombros se han levantado. Cuerpos conocedores de las texturas que
obtienen todos los fondos.
Deduzco que es un efecto dominó, si
entiendes a lo que me refiero.
En fin, como última opción:
estudiamos muy de cerca a este cuerpo, suspirando una y otra vez, esperando que
de un momento a otro, casi sin notarlo, revele su secreto. Para que de esa
manera, sin decirle a nadie, intentemos una nueva jugada, decididos a resurgir.
Mostrando lo que nos queda frente a
las adversidades, con la esperanza de que nosotros también ganemos, apreciando
que salvaciones hay muchas.
Vamos a contarnos todos esos
secretos que orgullosos hemos ocultado hasta hoy.
Experimentemos un poco de
humanidad, que ha estado escaseando aun sabiendo que nosotros mismos somos lo
único que siempre hemos tenido.